viernes, 17 de mayo de 2013

Comer en un grande (II)



 Si has esperado tiempo y has ahorrado para poder comer en un restaurante gastronómico, en gran parte ya vas entregado. Si además, acudes en buena compañía con personas a las que les gusta comer y que les sorprendan en la mesa, el sentido crítico prácticamente se esfuma y es difícil (aunque no imposible) salir decepcionado. Cuando terminamos los aperitivos en Arzak, con la correspondiente cuota de mugidos de aprobación, nuestra predisposición al encantamiento era absoluta, más aún después de haber asistido a una estupenda clase de creatividad en la cocina de la mano del ‘mago’ que idea los platos en el gran restaurante donostiarra: Xabier Gutiérrez. El primero del baile de manjares fue un suflado de mandioca hidratada con huitlacoche (hongo negro del maíz) relleno de cebolla, té verde y foie. Debía comerse con la mano, dándole la vuelta como un cucurucho.
ostrasA continuación llegó la primera elección: bogavante u ostras con costra marina. Al final no hubo que decantarse, porque todos pedidos el bogavante, pero nos pusieron de cortesía unas ostras para que las probásemos. La foto del plato del crustáceo habla por sí sola, especialmente las pinzas. Las ostras servidas en un plato de sal se sirven templadas, y uno no puede demorarse mucho en comerlas, porque absorben demasiada sal.
rape pitonisaNo hay restaurante ‘puntero’ que se precie que no presente hoy en día un plato de huevo, en una de sus diversas posibilidades. El de Arzak es todo un espectáculo: se llama Ovolácteo y se presenta como un paisaje estelar, con un huevo cremoso y empanado, acompañado de crujientes de distintos quesos y una hoja con sabor lácteo. Con los pescados llegó la segunda elección: rape (con una textura próxima a la mantequilla, exquisito) cubierto con su esfera verde (último invento de la factoría: ovulato impregnado en concentrado de algas, pegado en un globo y después frito); o lenguado de mar y montaña (combinado de lenguado y lengua). Este último plato se sirve en un metacrilato que se coloca encima de una pantalla tipo Ipad en la que se proyecta un vídeo de las olas rompiendo sobre las rocas…). En las carnes, posibilidad de decantarse por platos de caza o un pato con soja muy especial. Lo primero que se sirve es un plato con soja en todos sus formas: en brote, verde, negra, tofu, salsa de soja… El pato, marinado en soja, llega aparte.
En los postres, fuegos artificiales de formas, colores, texturas, sabores, sensaciones conocidas y totalmente nuevas. La compostura media guardada hasta ese momento se terminó por romper mientras nos pasábamos los platos para compartir todos los dulces. Imposible resistirse a las canicas de chocolate con amaranto y natilla de orégano, una raíz de chocolate con kuzu y aroma de lima, una ‘piedra’ de pistacho y remolacha y, en especial, al paisaje campestre de mariquitas, flores y huellas del postre que más me gustó.
Los vinos, por supuesto, a la altura: Quintaluna 2011 DO Rueda y Arzak 2007 DO Rioja. Con los cafés, unos petits fours muy especiales: la ferretería Arzak, un sueño para los amantes del buen chocolate y un derroche de imaginación.